Yo, ¿una esclava? ¡No!
Vivo en un país que promueve la libertad como uno de los grandes derechos de sus ciudadanos. Yo, ¿esclava? ¡No!
Tengo la libertad de escoger lo que me pondré esta mañana y decidir lo que quiero hacer cada día. Yo, ¿esclava? Por supuesto que no. Voy y vengo como me place. Yo, ¿esclava? No soy esclava; hago lo que quiero, porque es mi derecho.
Generaciones han peleado por el ideal de libertad en los Estados Unidos. Lo que promovió la erradicación de la esclavitud y desigualdad de derechos civiles que por tantas generaciones había plagado a nuestros hermanos afroamericanos, pero ¿qué podríamos decir sobre la posibilidad de nosotros siendo esclavos ahora de nuestra espiritualidad en declive?
El Papa Francisco se dirigió a los jóvenes del Paraguay en su primera visita a Latinoamérica, y definió la libertad como regalo de Dios, pero dejó en claro que debemos saber cómo recibir este regalo y para recibirlo debemos poseer un corazón libre. ¿Qué es aquello que esclaviza nuestros corazones? El Papa Francisco no está hablando sobre la esclavitud física. Olvídate de la esclavitud que implica cadenas y argollas. Él está hablando de la esclavitud emocional y espiritual. Sin darnos cuenta, muchos de nosotros hemos un caído en una invisible y peligrosa forma de esclavitud que ata nuestros corazones y nos hace esclavos de la explotación, falta de medios para vivir, la adicción a la droga, la tristeza…pero entonces ¿qué significa el tener un corazón libre? De acuerdo al Papa Francisco, un corazón libre es uno que tiene la capacidad de decidir lo que piensa, lo que siente y puede actuar sobre lo que piensa y siente; ese es un corazón libre.
¿Tengo yo un corazón libre? ¿Quieres saber si es que tienes uno? Reflexionemos en lo siguiente:
¿Te has convertido en esclavo de la comodidad? ¿Cuando tu mamá te pide que vayas a la tienda te llevas el carro? ¿Desearías mejor quedarte en casa y no visitar a tus abuelitos debido a que no tienen internet? ¿Faltas o no vas al grupo de jóvenes porque no hay aire acondicionado y odias el calor?
El mundo de hoy nos enseña a vivir sin hacer sacrificios. Todo está al alcance, y obtenemos lo que deseamos cuando lo queremos. La paciencia parece ser virtud de tontos. Los medios de comunicación nos han vendido la idea loca de que todo debe ser “exprés”, rápido, y fácil de acceder. Nos han hecho olvidar de que Jesús nos enseñó el valor y la grandeza del sacrificio a través de su palabra y ejemplo. ¿Sabías que el sacrificar tu comodidad es útil en reforzar tu espíritu? Por ello, Jesús promovió el ayuno y el estar al servicio de otros. El dejar las comodidades detrás me invita a ver a otros y a no solo pensar en mí misma. Dando de lo que he recibido en el servicio a los demás, abre la puerta de la felicidad espiritual.
¿Eres esclavo de los vicios? Probablemente estés pensando: no, no soy esclavo de eso. No fumo marihuana, no uso cocaína, y solo bebo cerveza cuando salgo. Estos ciertamente son vicios, pero no son los únicos. ¿Puedes pasar todo el día sin revisar tu cuenta de Facebook o Instagram? ¿Pones atención en la conversación tus papas están teniendo durante la cena, o prefieres constantemente estar revisando quien te escribió a través de WhatsApp? Estos nuevos vicios de tecnología pueden hacerte esclavo a una vida cibernética que te separa de la realidad, y más importante aún, de tu relación con familia y aquellos más cercanos a ti.
¿Eres esclavo o tienes un corazón libre? Como el Santo Padre explica: “Nos convertimos en esclavos de nosotros mismos cuando pensamos que la libertad es hacer lo que queremos todo el tiempo.” La libertad del corazón se encuentra en el servicio, la solidaridad, la esperanza, trabajando y en la batalla por salir adelante.
Para ser libre de la esclavitud espiritual, tienes que seguir un plan que va contra-corriente. Libertad y felicidad significan tener la capacidad de sentir tristeza cuando se es confrontado con el dolor y las necesidades de otros. Unámonos al Papa Francisco y digamos: “Jesús, enséñanos a como soñar, a soñar cosas hermosas, cosas que quizás parezcan insignificantes, pero engrandecen el corazón. Señor Jesús, danos la fuerza, un corazón libre, danos esperanza, danos amor y enséñanos a como servir unos a otros.”